miércoles, 11 de mayo de 2011

Pacto Nacional por la paz, la justicia y la legalidad

oponemos a la sociedad y planteamos la exigencia y mandato a las autoridades acciones de corto y mediano plazo que inicien un nuevo camino de paz con justicia y dignidad...


1.Exigimos verdad y justicia:

a) Se deben esclarecer y resolver los asesinatos, las desapariciones, los secuestros, las fosas clandestinas, la trata de personas, y el conjunto de delitos que han agraviado a la sociedad, mediante procesos transparentes y efectivos de investigación, procuración y administración de justicia en que se procese a los autores materiales e intelectuales incluyendo a las redes de complicidad y omisión de las autoridades responsables. Determinar la identidad de todas las víctimas de homicidio es un ejercicio indispensable para generar confianza.

b) Exigimos a las autoridades estatales y federal, como señal de la capacidad de funcionamiento del Estado, la resolución pública que presente en un máximo de tres meses a los autores intelectuales y materiales de alguno de los casos emblemáticos que han agraviado a la sociedad, como son: la familia Reyes, Josefina Reyes Salazar, María Magdalena Reyes Salazar, Elías Reyes Salazar, Luisa Ornelas Soto, esposa de Elías, Julio César Reyes Salazar, Rubén Reyes Salazar, Marisela Escobedo y su hija Rubí, Susana Chávez, Bety Cariño y Jery Jaakola, los niños y niñas de la guardería ABC, María Magdalena y Andrea Nicole Figueroa, Emilio Franco Navarro, Valeria Muñoz Ramos, Sofía Martínez.

2. Poner en cada espacio público placas con nombres de las víctimas, como segundo punto dentro de las exigencias mínimas, requerimos poner fin a la estrategia de guerra y asumir un enfoque de seguridad ciudadana.

a). Se debe cambiar el enfoque militarista y la estrategia de guerra de la seguridad puiblica y asumir una nueva estrategia de seguridad ciuddana con enfoque en los derchos humanos, que evite la participación del Ejército en tareas policiales y avance un modelo de seguridad alternativo y que recupere las experiencias comunitarias, autogestivas y la participación ciudaana en las colonias, barrios y unidades habitacoionales.

b) Exigimos que antes de dos meses los Congresos locales aprueben la reforma constitucional en derechos humanos y sea publicada para darle plena efectividad. En el mismo plazo se instituyan mecanimos de protección de periodistas y defensores de derechos humanos.

c) Exigimos que no se aprueben leyes o normas que quebranten la ley o los derechos humanos y las garantías idnivudales, bajo el concepto de seguridad nacional y que no se aprueben las modificacioens propuestas al dictamen de la Ley de Seguridad Nacional, que se aprueben leyes concertadas con organziaciones de derechos humanos y de la sociedad civil con un enfoque de respeto a los derechos humanos.

d) Convocamos a la sociedad civil a organizar un encuentro nacional de las experiencias de seguridad pública, defensa ciudadana, autogestiva y comunitaria que ya existen en el país, para poder reflexionar colectivamente las alternativas ciudadnas al respecto y como reconstruir el tejido social en comunidades barrios y colonias a partir de conocer y diagnosticar las formas que toma la delincuencia en cada región y saber cómo enfrentarla.

3. Exigimos combatir la corrupción y la impunidad.

a) Se requiere una amplia reforma en la procuración y administración de justicia que dote de verdadera autonomía al MP y al Poder Judicial, que estabelzca el control ciudadano sobre las policías y los cuerpos de seguridad, avance la reforma a los juicios orales y establezcan sistemas más efectivos de control judicial que reduzcan la discrecionalidad en los procedimientos y resoluciones de fondo. La justicia no puede seguir al servicio de calculos políticos, también se requiere legislar la capacidad de atribuciones de investigación y consignación de funcionarios públicos de los tres ordenes de gobierno en caso de corrupción.

b) exigimos que en máximo seis meses el Congreso elimine el fuero de legisladores y funcionarios de los tres ordenes de gobierno en materia de actos de corrupción, delitos del orden común y del crimen organizado.

4. Exigimos combatir la raíz economica y ganancia del crimen

a) La criminalidad y su violencia tiene como su motor las ganancias derivadas del narcotráfico, los secuestros, la trata de personas, la extorsión, la venta de protección y demás delitos que después inyecta los recursos a la economía mediante el lavado de dinero.

Exigimos un combate frontal al lavado de dinero y activos de de delicnuentes, mediante la creación de unidades autónomas de investigación patrimonial en coordinación con la Unidad Federal de Inteligencia Financiera que permitan reunir material probatorio para formular acusaciones y dictar sentencias contra negocios ilegales.

b). Exigimos la presentación de un informe a la nacion sobre los resultados de investigación patrimonial y de lavado de dinero, que muestren los casos mas notorios que se han sancionado en este sexenio y sobre el avance y la investigación de las unidades de investigacióin sobre lavado de dinero de las 32 entidades y la federal.

c) Llamamos a la ciudadanía a denunciar los casos notorios de riqueza mal habida y lavado de dinero y los casos de infiltración de recursos del crimen organziado en las campañas políticas y los negocios.

5. Exigimos la atencióin de emergencia a la juventud y acciones efectivas a la recuperación del tejido spocial.

a) La seguridad ciudadana no se resolverá con armas y violencia, exigimos una política económica y social que genere oportunidades reales de educacion, salud, cultura y empleo para jóvenes, porque son las y los principales vícitmas de esta estrategia. Exigimos la recuperación del carácter publico de la educación y romper el control corporativo que ejerce la cúpula del sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, donde la política educativa así como el incremento inmediato de los recursos a las acciones sociales de seguridad ciudadana, al menos en la misma proporción a los destinados a las Fuerzas Armadas y corporaciones de seguridad pública.

b) Exigimos que en los próximos tres meses se establezca un programa especial de emergencia nacional para y de jóvenes que invierta las prioridades del presupuesto garantizando al menos lo mismo que se destina a seguridad pública a la construcción de escuelas y el aumento de la matrícula en la educación secundaria, media superior y superior, de escuelas públicas, así como recursos para proyectos culturales, deportivos, productivos y sociales realizados por los propios jóvenes y sus organizaciones, como acciones de reconstrucción del tejido social en barrios, comunidades y unidaes habitacionales

6. Exigimos democracia participativa, mejor democracia representativa y democratización en los medios de comunicación.

a) La seguridad requiere democracia y nuevos medios de participación ciudadana. Exgimos que se amplién los medios e instrumentos de participación ciudadana en los asuntos públicos mediante el reconocimiento isntitucional de la consulta popular, las candidaturas independientes, revocación del mandato, el voto en blanco y las acciones colectivas, se requiere de una política de Estado en materia de telecomuncaciones que rompa en el menor tiempo posible los monopolios y genere una amplia democratización y apertura no sólo a la competencia sino el fortalecimiento de los medios públicos.

b) Exgimos a la Cámara de Diputados que en un periodo extraordinario, a más tardar en dos meses apruebe la minuta de reforma política constitucional que establece la consulta popular, la iniciativa legislaiva, las candidaturas independientes y la reelección inmediata de legisladore sy alcaldes.

c) Exgimos que la legislación reglamentaria de la reforma política considere una amplia constula y participación ciudadana, incluya la revocación del mandato y la reducción de financiamiento a los partidos políticos, y retome los asuntos pendientes en materia de legislación de las acciones colectivas evitando su restricción y retroceso, así como la aprobación de la ley federal de telecomunicaciones y contenidos audivosiaules, propuesto por la sociedad civil y legisladores de varios partidos.


Estas propuestas buscan detonar una nueva convivencia y nuevas bases para la legalidad, son el inicio de un camino, no son su su fin, proponemos un pacto ciudadano entre los miembros de la sociedad civil una serie de planteamientos y de mandatos de exigencias a los gobernantes, a los líderes de los partidos políticos y los actores de poder. Este momento requiere la participación de todas y todos, el pacto de la sociedad civil implica un esfuerzo de unidad y organización nacional para que tengamos una voz y acciones parar esta guerra y la violencia social, corrupción e impunidad que nos está destruyendo como personas y como nación, tenemos que dejar la apatía, el paternalismo, las visiones sectarias para sumar colectivamente con una nueva responsabilidad de participación en los asuntos públicos. Esta es una invitación a la sociedad civil para organizarnos y unirnos en torno a demandas y ejes fundamentales de lucha para detener la guerra. Por otro, con esta unidad podemos hacer un emplazamiento a las más altas autoridades y los responsables para exigirles que se comprometan a construir las acciones básicas con el fin de empezar a construir una paz verdadera con justicia y dignidad.

El 10 de junio nos reuniremos con las comisiones de verificación y sanción que la sociedad civil nacional establecerá en este tiempo con especialistas y gente honorable para cada uno de los seis puntos que se acaban de mencionar. La sociedad civil va a monitorear el establecimiento de exigencias y sanciones necesarias si no se cumplen. Verificaremos que cumplan cada punto.



lunes, 9 de mayo de 2011

Discurso en el Zócalo de la Ciudad de México, al culminar la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad,

Javier Sicilia

Tal vez la era se convierta por completo en un tiempo de penuria. Pero tal vez no, todavía no, aún no, aun a pesar de la inconmensurable necesidad, a pesar de todos los sufrimientos, a pesar de un dolor sin nombre, a pesar de la ausencia de paz en creciente progreso, a pesar de la creciente confusión.

Heidegger

(Nuestro) peso es (nuestro) amor; a donde quiera que se (nos) lleve, es él quien nos lleva. (Ese) don que proviene de (nosotros) nos inflama y nos eleva: (nosotros) ardemos y vamos.

San Agustín

Hemos llegado a pie, como lo hicieron los antiguos mexicanos, hasta este sitio en donde ellos por vez primera contemplaron el lago, el águila, la serpiente, el nopal y la piedra, ese emblema que fundó a la nación y que ha acompañado a los pueblos de México a lo largo de los siglos. Hemos llegado hasta esta esquina donde alguna vez habitó Tenochtitlan –a esta esquina donde el Estado y la Iglesia se asientan sobre los basamentos de un pasado rico en enseñanzas y donde los caminos se encuentran y se bifurcan–; hemos llegado aquí para volver a hacer visibles las raíces de nuestra nación, para que su desnudez, que acompañan la desnudez de la palabra, que es el silencio, y la dolorosa desnudez de nuestros muertos, nos ayuden a alumbrar el camino.

Si hemos caminado y hemos llegado así, en silencio, es porque nuestro dolor es tan grande y tan profundo, y el horror del que proviene tan inmenso, que ya no tienen palabras con qué decirse. Es también porque a través de ese silencio nos decimos, y les decimos a quienes tienen la responsabilidad de la seguridad de este país, que no queremos un muerto más a causa de esta confusión creciente que sólo busca asfixiarnos, como asfixiaron el aliento y la vida de mi hijo Juan Francisco, de Luis Antonio, de Julio César, de Gabo, de María del Socorro, del comandante Jaime y de tantos miles de hombres, mujeres, niños y ancianos asesinados con un desprecio y una vileza que pertenecen a mundos que no son ni serán nunca los nuestros; estamos aquí para decirnos y decirles que este dolor del alma en los cuerpos no lo convertiremos en odio ni en más violencia, sino en una palanca que nos ayude a restaurar el amor, la paz, la justicia, la dignidad y la balbuciente democracia que estamos perdiendo; para decirnos y decirles que aún creemos que es posible que la nación vuelva a renacer y a salir de sus ruinas, para mostrarles a los señores de la muerte que estamos de pie y que no cejaremos de defender la vida de todos los hijos y las hijas de este país, que aún creemos que es posible rescatar y reconstruir el tejido social de nuestros pueblos, barrios y ciudades.

Si no hacemos esto solamente podremos heredar a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños una casa llena de desamparo, de temor, de indolencia, de cinismo, de brutalidad y engaño, donde reinan los señores de la muerte, de la ambición, del poder desmedido y de la complacencia y la complicidad con el crimen.

Todos los días escuchamos historias terribles que nos hieren y nos hacen preguntarnos: ¿Cuándo y en dónde perdimos nuestra dignidad? Los claroscuros se entremezclan a lo largo del tiempo para advertirnos que esta casa donde habita el horror no es la de nuestros padres, pero sí lo es; no es el México de nuestros maestros, pero sí lo es; no es el de aquellos que ofrecieron lo mejor de sus vidas para construir un país más justo y democrático, pero sí lo es; esta casa donde habita el horror no es el México de Salvador Nava, de Heberto Castillo, de Manuel Clouthier, de los hombres y mujeres de las montañas del sur –de esos pueblos mayas que engarzan su palabra a la nación– y de tantos otros que nos han recordado la dignidad, pero sí lo es; no es el de los hombres y mujeres que cada amanecer se levantan para ir a trabajar y con honestidad sostenerse y sostener a sus familias, pero sí lo es; no es el de los poetas, de los músicos, de los pintores, de los bailarines, de todos los artistas que nos revelan el corazón del ser humano y nos conmueven y nos unen, pero sí lo es. Nuestro México, nuestra casa, está rodeada de grandezas, pero también de grietas y de abismos que al expandirse por descuido, complacencia y complicidad nos han conducido a esta espantosa desolación.

Son esas grietas, esas heridas abiertas, y no las grandezas de nuestra casa, las que también nos han obligado a caminar hasta aquí, entrelazando nuestro silencio con nuestros dolores, para decirles directamente a la cara que tienen que aprender a mirar y a escuchar, que deben nombrar a todos nuestros muertos –a esos que la maldad del crimen ha asesinado de tres maneras: privándolos de la vida, criminalizándolos y enterrándolos en las fosas comunes de un silencio ominoso que no es el nuestro–; para decirles que con nuestra presencia estamos nombrando esta infame realidad que ustedes, la clase política, los llamados poderes fácticos y sus siniestros monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosos, los gobiernos y las fuerzas policiacas han negado y quieren continuar negando. Una realidad que los criminales, en su demencia, buscan imponernos aliados con las omisiones de los que detentan alguna forma de poder.

Queremos afirmar aquí que no aceptaremos más una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado maniatado y cooptado al usar los instrumentos de éste para erosionar las mismas esperanzas de cambio de los ciudadanos. O ¿dónde estaban los partidos, los alcaldes, los gobernadores, las autoridades federales, el ejército, la armada, las Iglesias, los congresos, los empresarios; dónde estábamos todos cuando los caminos y carreteras que llevan a Tamaulipas se convirtieron en trampas mortales para hombres y mujeres indefensos, para nuestros hermanos migrantes de Centroamérica? ¿Por qué nuestras autoridades y los partidos han aceptado que en Morelos y en muchos estados de la República gobernadores señalados públicamente como cómplices del crimen organizado permanezcan impunes y continúen en las filas de los partidos y a veces en puestos de gobierno? ¿Por qué se permitió que diputados del Congreso de la Unión se organizaran para ocultar a un prófugo de la justicia, acusado de tener vínculos con el crimen organizado y lo introdujeron al recinto que debería ser el más honorable de la patria porque en él reside la representación plural del pueblo y terminaran dándole fuero y después aceptando su realidad criminal en dos vergonzosos sainetes? ¿Por qué se permitió al presidente de la República y por qué decidió éste lanzar al ejército a las calles en una guerra absurda que nos ha costado 40 mil víctimas y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre? ¿Por qué se trató de hacer pasar, a espaldas de la ciudadanía, una ley de seguridad que exige hoy, más que nunca una amplia reflexión, discusión y consenso ciudadano? La Ley de Seguridad Nacional no puede reducirse a un asunto militar. Asumida así es y será siempre un absurdo. La ciudadanía no tiene por qué seguir pagando el costo de la inercia e inoperancia del Congreso y sus tiempos convertido en chantaje administrativo y banal cálculo político. ¿Por qué los partidos enajenan su visión, impiden la reforma política y bloquean los instrumentos legales que permitan a la ciudadanía una representación digna y eficiente que controle todo tipo de abusos? ¿Por qué en ella no se ha incluido la revocación del mandato ni el plebiscito?

Estos casos –hay cientos de la misma o de mayor gravedad– ponen en evidencia que los partidos políticos, el PAN, el PRI, el PRD, el PT, Convergencia, Nueva Alianza, el Panal, el Verde, se han convertido en una partidocracia de cuyas filas emanan los dirigentes de la nación. En todos ellos hay vínculos con el crimen y sus mafias a lo largo y ancho de la nación. Sin una limpieza honorable de sus filas y un compromiso total con la ética política, los ciudadanos tendremos que preguntarnos en las próximas elecciones ¿por qué cártel y por qué poder fáctico tendremos que votar? ¿No se dan cuenta de que con ello están horadando y humillando lo más sagrado de nuestras instituciones republicanas, que están destruyendo la voluntad popular que mal que bien los llevó a donde hoy se encuentran?

Los partidos políticos debilitan nuestras instituciones republicanas, las vuelven vulnerables ante el crimen organizado y sumisas ante los grandes monopolios; hacen de la impunidad un modus vivendi y convierten a la ciudadanía en rehén de la violencia imperante.

Ante el avance del hampa vinculada con el narcotráfico, el Poder Ejecutivo asume, junto con la mayoría de la mal llamada clase política, que hay sólo dos formas de enfrentar esa amenaza: administrándola ilegalmente como solía hacerse y se hace en muchos lugares o haciéndole la guerra con el ejército en las calles como sucede hoy. Se ignora que la droga es un fenómeno histórico que, descontextualizado del mundo religioso al que servía, y sometido ahora al mercado y sus consumos, debió y debe ser tratado como un problema de sociología urbana y de salud pública, y no como un asunto criminal que debe enfrentarse con la violencia. Con ello se suma más sufrimiento a una sociedad donde se exalta el éxito, el dinero y el poder como premisas absolutas que deben conquistarse por cualquier medio y a cualquier precio.

Este clima ha sido tierra fértil para el crimen que se ha convertido en cobros de piso, secuestros, robos, tráfico de personas y en complejas empresas para delinquir y apropiarse del absurdo modelo económico de tener siempre más a costa de todos.

A esto, ya de por sí terrible, se agrega la política norteamericana. Su mercado millonario del consumo de la droga, sus bancos y empresas que lavan dinero, con la complicidad de los nuestros, y su industria armamentista –más letal, por contundente y expansiva, que las drogas–, cuyas armas llegan a nuestras tierras, no sólo fortalecen el crecimiento de los grupos criminales, sino que también los proveen de una capacidad inmensa de muerte. Los Estados Unidos han diseñado una política de seguridad cuya lógica responde fundamentalmente a sus intereses globales donde México ha quedado atrapado.

¿Como reestructurar esta realidad que nos ha puesto en un estado de emergencia nacional? Es un desafío más que complejo. Pero México no puede seguir simplificándolo y menos permitir que esto ahonde más sus divisiones internas y nos fracture hasta hacer casi inaudibles el latido de nuestros corazones que es el latido de la nación. Por eso les decimos que es urgente que los ciudadanos, los gobiernos de los tres órdenes, los partidos políticos, los campesinos, los obreros, los indios, los académicos, los intelectuales, los artistas, las Iglesias, los empresarios, las organizaciones civiles, hagamos un pacto, es decir, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad, que le permita a la nación rehacer su suelo, un pacto en el que reconozcamos y asumamos nuestras diversas responsabilidades, un pacto que le permita a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños recuperar su presente y su futuro, para que dejen de ser las víctimas de esta guerra o el ejército de reserva de la delincuencia.

Por ello, es necesario que todos los gobernantes y las fuerzas políticas de este país se den cuenta que están perdiendo la representación de la nación que emana del pueblo, es decir, de los ciudadanos como los que hoy estamos reunidos en el zócalo de la Ciudad de México y en otras ciudades del país.

Si no lo hacen, y se empeñan en su ceguera, no sólo las instituciones quedarán vacías de sentido y de dignidad, sino que las elecciones de 2012 serán las de la ignominia, una ignominia que hará más profundas las fosas en donde, como en Tamaulipas y Durango, están enterrando la vida del país.

Estamos, pues, ante una encrucijada sin salidas fáciles, porque el suelo en el que una nación florece y el tejido en el que su alma se expresa están deshechos. Por ello, el pacto al que convocamos después de recoger muchas propuestas de la sociedad civil, y que en unos momentos leerá Olga Reyes, que ha sufrido el asesinato de 6 familiares, es un pacto que contiene seis puntos fundamentales que permitirán a la sociedad civil hacer un seguimiento puntual de su cumplimiento y, en el caso de traicionarse, penalizar a quienes sean responsables de esas traiciones; un pacto que se firmará en el Centro de Ciudad Juárez –el rostro más visible de la destrucción nacional– de cara a los nombres de nuestros muertos y lleno de un profundo sentido de lo que una paz digna significa.

Antes de darlo a conocer, hagamos un silencio más de 5 minutos en memoria de nuestros muertos, de la sociedad cercada por la delincuencia y un Estado omiso, y como una señal de la unidad y de la dignidad de nuestros corazones que llama a todos a refundar la Nación. Hagámoslo así porque el silencio es el lugar en donde se recoge y brota la palabra verdadera, es la hondura profunda del sentido, es lo que nos hermana en medio de nuestros dolores, es esa tierra interior y común que nadie tiene en propiedad y de la que, si sabemos escuchar, puede nacer la palabra que nos permita decir otra vez con dignidad y una paz justa el nombre de nuestra casa: México. l

*Texto íntegro pronunciado por Javier Sicilia este domingo en el Zócalo y que se puede leer también en la edición 1801 de la revista Proceso, ya en circulación.

jueves, 5 de mayo de 2011

Razones para marchar el 8 de mayo

Érika Loyo Beristáin

El domingo 8 de mayo, ha sido convocada la Marcha Nacional por la Paz y la Justicia. Un movimiento al que originalmente ha convocado el poeta Javier Sicilia, pero que cuenta con el respaldo de muchos movimientos sociales y organizaciones civiles que durante los últimos meses, han venido manifestándose y trabajando en la lucha contra la violencia desatada por la “guerra contra el narco”. En Villahermosa, la marcha silenciosa partirá de la Glorieta del Deportista hacia la Procuraduria (PGJ) en punto de las 10 de la mañana.

En el escenario nacional sobre el cual se despliega esta marcha, están no solo las muertes ocasionadas por esta guerra llena de violencia que sufrimos y las víctimas de los lacerantes “daños colaterales”; están también una serie de agravios que van siendo parte de nuestros saldos violentos y que hoy se vuelven históricos: el grave clima de inseguridad y falta de protección por la que atraviesa el periodismo mexicano, las injusticias en materia de derechos humanos, la crisis de nuestro sistema de procuración de justicia, el clima de impunidad y corrupción como método de sobrevivencia, la desigualdad social profunda, la pobreza que se incrementa todos los días, la falta de oportunidades para nuestros jóvenes… la sensación de vivir en un país hecho trizas y en el que no hay futuro posible.

Marchar por la paz y la justicia, no es solo un acto de indignación sino sobre todo, un ejemplo de dignidad colectiva. Unirse a esta marcha, no es solo caminar una ruta, sino participar en la construcción de un destino posible y necesario. Intentar caminar al lado de muchos, es visualizar la conformación de un nuevo “nosotros colectivo” que porta un corazón distinto, que lleva en las venas sangre de lucha y en sus latidos necesidad de justicia. Compartir cada paso de esta marcha, es intentar unirse a la formación de este nuevo corazón colectivo (dixit Javier Sicilia) que necesita nuestra patria para volver a latir con fuerza y sin miedo.

No es solo salir a las calles y hacer ciudadano el espacio público llenándolo de este nuevo “nosotros” en ciernes que está pleno de pasión y de lucha, es expresar que en medio de la diversidad de este México plural, es necesario voltear y escuchar lo que los ciudadanos sienten y piensan. El silencio que acompañará esta marcha, es su grito fundamental que se externa hacia toda forma de violencia instaurada en este país: basta de sangre, alto a la violencia, dignidad para nuestros derechos, libertad para nuestra cotidianidad, seguridad para nuestros pasos, certezas para vivir y amar. Un país diferente para nuestros hijos y nietos, una patria de los ciudadanos en donde todos vivamos en paz y con una nueva cultura de civilidad y respeto. Un trayecto y un rumbo distinto. Una vida feliz y después, una muerte digna que se nombre y se recuerde con dignidad.

El domingo 8 de mayo, hay que ir a marchar para proponer un rumbo diferente que nos permita salir del dolor y la inercia social en la que estamos sumidos. Hay que ir a marchar sin fobias, sin actitudes “anti-todo” pero sí con ánimo demandante y propósitivo. Debemos salir a marchar para mostrar que los ciudadanos queremos un país diferente y estamos dispuestos a aportar nuestra parte en ello. Hay que marchar para cambiar el miedo y la indignación en voluntad y colaboración comunitaria. Salgamos a marchar en paz y por la paz, porque solo ese “nuevo nosotros” unido, es capaz de reconstruir la esperanza.

Fuente: http://impreso.milenio.com/node/8952428

¿Cibernautas terroristas?

Sergio Octavio Contreras Especi...